jueves, 14 de julio de 2011

Cien Años de Soledad

   La exitosa obra del erudito escritor colombiano Gabriel García Márquez, “Cien años de Soledad”, resulta el deleite para sus lectores. Paradigma del género Realismo Mágico, narra la historia de vida de la familia Buendía, desarrollada en su plenitud en Macondo, fantástico pueblo fundado por la misma. Dividida en capítulos, Márquez relatará los delirantes infortunios y desgracias de esta familia durante seis generaciones, siempre con las características imágenes literarias que, proporciona al lector un pasaje directo hacia la imaginación. Premiada y aclamada por el Nobel Prize en 1982, es una de las obras más características de la literatura latinoamericana, que a pesar del tiempo y de una centenaria soledad, siempre ahondará en nuestros corazones.

sábado, 2 de julio de 2011

Por una Centenaria Soledad...

"Cien Años de Soledad", fue y será una de las obras mas brillantes la literatura. Escrita por el colombiano Gabriel García Marquez, relata la historia de vida de una familia por seis generaciones en el recóndito pueblo de Macondo, dónde deberán afrontar imponderables e infortunios de una mágica naturaleza. Aclamada y premiada con un Nobel Prize, es un paradigma del realismo mágico y una representación fiel de América toda.

Cien Años...de realismo mágico

En un comienzo, a mi personalmente, la obra me sugirió un sensacionalismo de la realidad de los personajes, para explicar la profundidad y la trascendencia de los hechos. Un ejemplo fue la descripción de los objetos de los gitanos, sus profecías, sus extraños rasgos.
Luego, con el avance de la lectura, supuse que quizá. El autor describía la mirada de sus personajes, las creencias de la época en cuanto a lo sobrenatural y los aspectos místicos de la vida diaria, o simplemente de una alucinación o desvarío del personaje. Un paradigma de esta situación fue la aparición del fantasma de Prudencio Aguilar o más tarde el de Melquíades.
Finalmente, comprendí que mis teorías eran desafortunadas, puesto que el autor quería pactar conmigo como lectora, la condición de librar la imaginación hacia otros límites, permitirme creer aquellos hechos fantásticos que irrumpían con el relato de una realidad que parecía irrompible. No debía plantearme la racionalidad, porque precisamente es esa delgada línea con la que juega Márquez, entre lo que puede considerarse real y lo que no. Arquetipos claves son:
  • El poder de “mentalismo” de Aureliano cuando era tan solo un niño;
  • El extenso derramamiento de la sangre ddeJosé Arcadio, desde el lugar de su muerte hasta los pies de Úrsula ;
  • La llovizna de flores tras la muerte de José Arcadio Buendía;
  • Su posterior aparición como alma en pena;
  • La inquietante sincronía de los gemelos José Arcadio segundo y Aureliano segundo;
  • Permanencia del resplandor del laboratorio de Alquimia de Melquíades;
  • La magia de los gitanos;
  • La larga vida de Úrsula, Melquíades y Pilar Ternera;
  • La mortífera belleza de Remedios La Bella y su posterior vuelo y desaparición en el mismo cielo;
  • La extraña fecundidad de los animales de Petra Cotes, ect.

Sin lugar a dudas, reconozco, la grandeza de su obra, al enseñar a sus lectores que la racionalidad es precisada, pero al momento de distender nuestras mentes, la imaginación humana es una llama que nunca se debe extinguir.
La única Macondo


La mística y simbólica ciudad creada por Gabriel García Márquez es reconocida a nivel mundial por ser emblema de la literatura americana. En muchas ocasiones se indagó a su autor a cerca de la creación de la misma, como y cuando se inspiró, o si de verdad existe o solo fue un dictado de su imaginación.
 Fue en marzo de 1952, cuando Gabriel García Marquez con sus 23 años acompañó a su madre desde su residencia (entre las ciudades de Barranquilla y Cartagena de Indias, en la costa caribeña de Colombia) hasta Aracataca, su pueblo natal, para vender la casa de sus abuelos, precisamente donde ella lo había dado a luz. Ya a esa edad, había escrito varios relatos, entre ellos Ojos de perro azul, distintas versiones de La Hojarasca y diversas notas periodísticas. Sin embargo, ese regreso a sus recuerdos de la niñez, avivarían las llamas de su imaginación, para darle origen a “Cien años de Soledad”. Incluso él en el primer capítulo de sus memorias confesaría: «Ni mi madre ni yo, por supuesto, hubiéramos podido imaginar siquiera que aquel cándido paseo de sólo dos días iba a ser tan determinante para mí, que la más larga y diligente de las vidas no me alcanzaría para acabar de contarlo».

Macondo

Macondo


Intrigante origen...

Hoy en día se conoce mediante la autobiografía de Márquez "Vivir para contarla" (2002) que cercano a su pueblo natal, Aracataca, y de Pivijay, se halló una hacienda perteneciente a la United Fruit, empresa norteamericana instalada en los principales países de Centro América. Junto con este descubrimiento resurge el enigma tras su nombre, que se expresa en la síntesis de teorías creadas por Dasso Saldívar.
   La primera consiste en declarar al término de origen bantú, lengua centroafricana que designó “makonde” como el plural de “likonde”, plátano. Literalmente significa ‘alimento del diablo’. Esta teoría puede ser válida, ya que Colombia, fue en la época colonial un gran mercado de esclavos de diversas etnias africanas.
   La segunda plantea que surgiría de una denominación propia de la región caribeña de un árbol conocido como Cavanillesia Platanifolia, de madera muy apreciada en la región y altamente sobreexplotada confinándola hacia la Sierra Nevada de Santa Marta en comienzos del siglo XX. Se cree que en la finca de la United Company, se hallaban dos ejemplares de dicho árbol, que por su relevancia le habrían otorgado el nombre.
   La tercera explica la presencia de un poblado anterior a la fundación de la companía en el municipio de Pivijay con el nombre Macondo. En este caso, el periodista explica una relación de proximidad física entre el poblado y la finca, por lo que se podría haber trasladado el nombre del asentamiento humano a la finca de la United Company.
   La cuarta teoría entablaría una relación entre la mística ciudad y un juego originario de la región, donde se hacia girar una perinola de seis caras con grabados, donde uno de ellos es el árbol Macondo, con el cual se ganaba.
   La quinta y última teoría expondría la unión del vocablo “cóndo” (pronunciación de cóndor en el español caribeño) y el prefijo“ma”, el cual es utilizado por algunas lenguas africanas para señalar pluralidad. En resumen, Macondo, sería una conjunción de términos de dialectos africanos con el español caribeño, que significaría “Cóndores”.
Márquez no se limitaría a designar a Macondo como la ciudad sobre la que centraría el relato de las vivencias de la familia Buendía, en “Cien años de Soledad”, sino que la nombraría en "Los funerales de la Mamá Grande y otras obras como "La mala hora, "El Coronel no tiene quien le escriba y "La Hojarasca, se desarrollaron en dicha ciudad en diferentes épocas.
Sin embargo, esta ciudad, había adquirido un reconocimiento mundial tal, que tras la declaración de quiebra del estado de Aratacataca, se intentó reanudar su economía a través del turismo al cambiar el nombre de la ciudad por el de Macondo. Sin embargo, sus habitantes se negaron a acceder a ello.

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Un sin fin de interpretaciones...

Observación

En el relato, personalmente, me conmovió lo poético de las muertes, ya que a través de los elementos maravillosos característicos de este genero (el realismo mágico, como desarrollé anteriormente), develan la personalidad o significan el último rezago del fallecido, provocando la reflexión de sus familiares.
 Ejemplos claros son el caso de la muerte de José Arcadio Buendía, quién falleció al perderse en uno de los cuartos intermedios que imaginaba en sus delirios. Para mí, esto representaba su misma locura y sus causas: la búsqueda de nuevos inventos, aventuras, su fascinación y su infinita capacidad de ir más allá de lo racional, yendo de habitación en habitación, hasta que los sucesos lo llamaban a la realidad y debía retroceder hasta la dimensión  real y racional de su vida. Hasta que, por lo profundo de sus ilusiones y anhelos, y sus repetidas alucinaciones, se privó del mundo físico, naufragando en las aguas de su subconsciente, creyendo que eran verosímiles. Murió así, rendido, agonizando en su propia incoherencia.
 Otro paradigma, es el fallecimiento de José Arcadio, causado por un disparo de arma de fuego. En este caso, puedo discernir los hechos posteriores en dos:
En primer lugar, el arroyuelo de sangre que llegó hasta los pies de su madre, atravesando todo Macondo, doblando, girando e incursionando por el terreno. Mi interpretación de este hecho, es la importancia de esa conexión que seguía existiendo entre madre e hijo, a pesar de su separación por la traición al casarse con su hermana. Era preciso, entonces, ante la muerte que Ursula reconociese a su hijo, y que dicha muerte le permitiera, tiempo más tarde, comprenderlo y perdonarlo.
En segundo lugar, el penetrante olor a pólvora que ninguna cura casera pudo sofocar, como un eterno llamado de atención que no permitiría que se olvidara el enigma de su asesino. Como el fuerte indicio, que pide ser resuelto y no acallado por el desconcierto y el miedo.
 Otro modelo, es la muerte del Coronel Aureliano Buendía, ser de adusto corazón que falleció luego de realizar un día más, rutinario como lo fueron todos los que prosiguieron a su retiro, con la única diferencia de que presenció la llegada de un circo. Abandonó su taller, para observar el advenimiento de la alegría, del entretenimiento, quizá de ilusiones y magia, sentimientos que jamás inundaron su espíritu, que quizá conoció en los rostros de sus vecinos, que quizá nunca pudo comprender realmente por su soberbia. Tal vez, fue el reconocer otra cara del mundo lo que lo invadió o simplemente, la cotidianidad lo llevó a un viaje sin retorno.
   Otro arquetipo, fue el de Remedios, la Bella, quién desapareció en el cielo levitando, cuan ángel maldito, cuan pura mariposa de muerte, como lo había sido en vida: una suave caricia hacia los ojos, pero veneno furtivo en los derruidos corazones varoniles. Se alejó de Macondo, rectificando su divina hermosura, demostrando que era celestial su naturaleza.
Quizá, esta mi interpretación sea errónea o no haya sido uno de los designios del autor, pero el simple hecho de provocar en mi esta visión, a mi consideración, es el más noble e intencionado resultado de esta obra. El permitirme abrirle paso a la exégesis hasta en la puntual descripción de un deceso.

Personajes de ayer y siempre...

Personajes verdaderos

Los protagonistas de esta historia que mas me intrigaron fueron sin lugar a dudas Amaranta, Ursula y Rebeca, mujeres con personalidades exquisitamnete diferentes que debieron afrontar las situaciones mas dolorosas de la vida...


Ursula Iguarán: esposa de José Arcadio Buendía, fundadora junto con otros jóvenes entusiastas de la aldea Macondo. De gran fuerza de voluntad y trabajo, desde la obsesión de José Arcadio Buendía con los experimentos gitanos y la alquimia, fue quién permitió la subsistencia de su familia. Fue su ingenio y astucia, lo que permitió épocas de apogeo en su hogar, como la empresa de animalitos de caramelo, que se sustentaba en su propia cocina. Siempre se la describió como “Activa, menuda, severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quién en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán.”(Página 15, tercer párrafo, Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez.).
 A pesar del paso de los años y sus efectos, Ursula se las ingenió para siempre estar enterada de todos los movimientos de la casa, cargando el peso de sus cien años con un gran estoicismo frente a los infortunios (y a pesar de su ceguera), y con una magnifica erudición y orgullo.



Rebeca: hija adoptiva de Ursula y José Arcadio Buendía. Llegó un día domingo a la casa de los Buendía, cuando aún no superaba los once años:
“Desde el momento en que llegó se sentó a chuparse el dedo en el mecedor y a observar a todos con sus grandes ojos espantados, sin que diera señal alguna de entender lo que le preguntaban. (…) Su piel verde, su vientre redondo y tenso como un tambor, revelaban una mala salud y un hambre más viejas que ella misma, pero cuando le dieron de comer se quedó con el plato en las piernas sin probarlo. (…) Decidieron llamarla Rebeca, que de acuerdo con la carta era el nombre de su madre (…).” (Página 42, primer párrafo).
 Tenía la adicción de comer tierra y la cal que arrancaba de las paredes, que se hizo presente en cada momento de nerviosismo. Enamorada de Pietro Crespi, un italiano comerciante de la zona, se enemistó con su hermana Amaranta, quién compartía ese amor de manera secreta. Muchas veces, fue pospuesta la boda de Pietro y Rebeca, por artimañas de su hermana, quién estuvo a punto de envenenarla. Sin embargo, se enamoró de su hermano José Arcadio, cuando éste regresó de sus viajes. Lo amó y lloró su muerte hasta el final de sus días en su casa, junto al cementerio, donde él se hallaba sepultado.





Amaranta: de carácter duro e imprevisible. Su gran amor fue Pietro Crespi, por el cual tuvo una peligrosa obsesión que casi la lleva a envenenar a su hermana. Con su corazón marchito por el odio y el rencor nunca pudo amara nadie y jamás pudo superar su aversión a Rebeca, así pues “Lo único que le rogó a Dios por muchos años es que no le mandara morir antes de Rebeca. Cada vez que pasaba por su casa y advertía los progresos de la destrucción se complacía con la idea de que Dios la estaba oyendo. (…) Elaboró un plan con tanto odio que la estremeció la idea de que lo habría hecho de tal modo si hubiera sido por amor, pero no se dejó aturdir por la confusión, sino que llegó a ser más que una especialista, una virtuosa en los ritos de la muerte.”(Página 237). Con el amor de su hermana con José Arcadio, Pietro intentó conquistarla, pero su alma no le permitió corresponderle, ni a él, ni tiempo más tarde al Coronel Genireldo Márquez, determinando en ambos la necesidad de acabar con su vida.  Tiempo más tarde, Ursula analizó a Amaranta “cuya dureza de corazón le espantaba, cuya concentrada amargura le amargaba, se le esclareció en el último examen como la mujer más tierna que había existido jamás, y comprendió que las injustas torturas a que había sometido a Pietro Crespi no eran dictadas por una voluntad de venganza, ni el lento martirio con que frustró la vida del Coronel Genireldo Márquez había sido determinado por la mala hiel de su amargura, sino que ambas acciones habían sido una lucha a muerte entre un amor sin medidas y una cobardía invencible, y había triunfado el miedo irracional que siempre tuvo a su propio y atormentado corazón” (Páginas 214 y 215).




Sin embargo, ¿Quien podría olvidarlos?